Los impresores y los encuadernadores son los arquitectos de las ideas congregadas. Ellos les levantan sus palacios, o las alojan en casas burguesas; las adornan de formas elegantes, caprichosas, modernas, graves, cómicas; las ilustran, las refinan o las ponen en aislados ghetos; las colocan, las recaman de oro como si fuesen personas imperiales; tapizan sus casas con las pieles de los animales, con costosos pergaminos, telas ricas, sedas y galones. Muchas, fastuosas y vulgares, moran en palacetes opulentos de keapsake; otras, hermosísimas, puras, nobles, llevan pobremente en ediciones modestas su perfecta gracia gentilicia.
Las primeras son semejantes a ricas herederas, feas y estúpidas; las otras a princesas olvidadas, hijas de reyes caídos, virginales, supremas, avasalladoras por la sola virtud de su potencia nativa. Hay unas heroicas, yámbicas, masculinas. Hay las soldados, espadachines, verdugos, perros furiosos. ¡No toquéis a los que manejan ideas!
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.