Esta frase de Elisée Reclus: «La ciudad de los libros» despierta en mí este pensar: «las casas de las ideas».
En efecto; si la palabra es un ser viviente, es a causa del espíritu que la anima: la idea.
Así, pues, las ideas, con sus carnes de palabras, vivientes, activas, se congregan, hacen sus ciudades, tienen sus casas. La ciudad es la biblioteca, la casa es el libro.
Helas allí como los humanos seres; hay ideas reales, augustas, medianas, bajas, viles, abyectas, miserables. Visten también realmente, medianamente, miserablemente. Tienen corona de oro, tiara, yelmo, manto o harapos. Imperiosas o humilladas, se alzan o caen, cantan o lloran.
Evocadas por el hombre, dejan sus habitáculos, abandonan sus alvéolos, resuenan en el aire, o, silenciosas, penetran en las almas por los ojos.
Luego vuelven a sus casas, después de hacer el bien o el mal.
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