El pensador llegó a la barca negra; y le vieron hundirse en las brumas del lago del Misterio, los ojos de los Cisnes.
Su manto de poeta reconocieron los ilustres lises y el laurel y la espina entremezclados sobre la frente triste.
A lo lejos alzábanse los muros de la ciudad teológica, en que vive la sempiterna Paz. La negra barca llegó a la ansiada costa, y el sublime espíritu gozó la suma gracia; y ¡oh Montaigne! Núñez vio la cruz erguirse, y halló al pie de la sacra Vencedora el cadáver helado de la Esfinge.
End of title
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.