Horas de pesadumbre y de tristeza paso en mi soledad. Pero Cervantes es buen amigo. Endulza mis instantes ásperos, y reposa mi cabeza.
Él es la vida y la naturaleza, regala un yelmo de oros y diamantes a mis sueños errantes. Es para mí: suspira, ríe y reza.
Cristiano y amoroso y caballero parla como un arroyo cristalino. ¡Así le admiro y le quiero, viendo cómo el destino hace que regocije al mundo entero la tristeza inmortal de ser divino!
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