En lontananza, y sobre las rocas de Montagut, vio destacarse la negra silueta de su castillo, sobre el fondo azulado y trasparente del cielo de la noche. - Mi castillo está lejos y estoy cansado, murmuró; esperaré el día en un lugar cercano, y se dirigió al lugar. - Llamó a la puerta. - ¿Quién sois? le preguntaron. - El barón de Fortcastell, respondió, y se le rieron en sus barbas.- - Llamó á otra. - ¿Quién sois y qué queréis? tornaron á preguntarle. - Vuestro señor, insistió el caballero, sorprendido de que no le conociesen; Teobaldo de Montagut. - ¡Teobaldo de Montagut! dijo colérica su interlocutora, que no era una vieja; ¡Teobaldo de Montagut el del cuento!. ¡Bah!. Seguid vuestro camino , y no vengáis á sacar de su sueño á las gentes honradas para decirles chanzonetas insulsas.
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