Allí estaban los santos profetas que habréis visto groseramente esculpidos en las portadas de piedra de nuestras Catedrales; allí las vírgenes luminosas, que intenta en vano copiar de sus sueños el pintor en los vidrios de colores de las ojivas; allí los querubines, con sus largas y flotantes vestiduras y sus limbos de oro, como los de las tablas de los altares; allí, en fin, coronada de estrellas, vestida de luz, rodeada de todas las gerarquías celestes, y hermosa sobre toda ponderación. Nuestra Señora de Monserrat, la Madre de Dios, la Reina de los arcángeles, el amparo de los pecadores y el consuelo de los afligidos.
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