Entre los muchos sitios pintorescos y llenos de carácter que se encuentran en la antigua ciudad de Tarazona, la plaza del Mercado es sin duda alguna el más original y digno de estudio. Parece que no ha pasado para ella el tiempo que todo lo destruye ó altera. Al verse en mitad de aquel espacio de forma irregular y cerrado por lienzos de edificios á cual más caprichosos y vetustos, nadie diría que nos hallamos en pleno siglo XIX, siglo amante de la novedad por excelencia, siglo aficionado hasta la exageración á lo flamante, lo limpio y lo uniforme. Hay cosas que son más para vistas que para trasladadas al lienzo, siquiera el que lo intente sea un artista consumado, y esta plaza es una de ellas. A donde no alcanza, pues, ni la paleta leta del pintor con sus infinitos recursos, ¿como podrá llegar mi pluma, sin más medios que la palabra, tan pobre, tan insuficiente para dar idea de lo que es todo un efecto de líneas , de claro-oscuro, de combinación de colores , de detalles que se ofrecen juntos á la vista, de rumores y sonidos que se perciben á la vez, de grupos que se forman y se deshacen , de movimiento que no cesa , de luz que hiere, de ruido que aturde, de vida, en fin , con sus múltiples manifestaciones, imposibles de sorprender con sus infinitos accidentes ni aun merced á la cámara fotográfica? Cuando se acomete la difícil empresa de descomponer esa extraña armonía de la forma , el color y el sonido ; cuando se intenta dar á conocer sus pormenores , enumerando unas tras otras las partes del todo, la atención se fatiga, el discurso se embrolla y se pierde por completo la idea de la íntima relación que estas cosas tienen entre sí, el valor que mutuamente se prestan al ofrecerse reunidas á la mirada del espectador, para producir el efecto del conjunto, que es, á no dudarlo, su mayor atractivo.
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