-¿De qué me sirven el poder y la riqueza si una víbora enroscada en el fondo de mi corazón lo devora, sin que me sea dado arrancarla de su guarida? ¡Ser rey, señor de señores; ver cruzar ante los ojos, como las visiones de un sueño, las perlas, el lodo, los placeres y la alegría; verlos cruzar al alcance de la mano y, al tenderla para asirlos, encontrar todo cuanto toca manchado en sangre!. ¡Oh! ¡Esto es espantoso!
Así exclama Pulo, revolcándose sobre la púrpura de su lecho y torciéndose las manos a impulsos de su terrible desesperación. En balde el humo de los pebeteros embalsama la opulenta cámara; en balde la seda de brillantes colores se ha extendido sobre diez pieles de tigre para que descansen sus miembros; en balde han invocado los bracmines por siete veces al espíritu del reposo y al genio de los sueños de nácar; el Remordimiento, sentado a la cabecera del lecho, los ahuyenta con un grito lúgubre y prolongado, grito que resuena incesante en el oído de Pulo, que golpea su frente con dolor al escucharlo.
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